Una historia inspirada en los miembros de la ppbp y en otras cosas que no tienen nada que ver con casi nada. Es un intento, a su vez, de demostrar que el fútbol y la literatura, aunque sea de saldo, pueden ir de la mano o, en este caso, del link.

lunes, octubre 30, 2006

Capítulo primero

Finalmente lo conoció en persona, aunque con anterioridad se había puesto en contacto con él por teléfono. Entonces, hace unos días, era madrugada y disfrutaba de su enésimo sueño sobre cocoteros azules y humo de papel de aluminio. Sonó el aparato. Durante unos eternos ocho segundos, Berlín entero escuchó la inesperada llamada, o eso le pareció a él tras despertar y darse cuenta de lo que estaba pasando. Tanteó a oscuras en su entorno, torpemente, intentando zafarse del edredón y lanzando manotadas al aire intentando encontrar el teléfono. De casualidad consiguió descolgar y, con voz pastosa, contestó en alemán, Ja? Hallo? La respuesta al otro lado no se hizo esperar, Déjate de gilipolleces y atiende.

Jamás había oido su voz pero enseguida supo quién era. En su fuero interno esperaba su llamada desde hacía semanas. Fue como asistir al desenlaze de una lógica que le había ido rondando en la cabeza y que nunca acababa de comprender. Supongo que sabes quien soy, prosiguió la voz, grave y fría, desde el otro lado de la linea, tan estúpido no puedes ser, Sí, lo sé, esperaba tu llamada, Tú qué vas a saber, no te pagamos para que esperes o elucubres futuribles, te pagamos para que hagas las cosas que necesitamos que hagas y para que, cuando no te pedimos nada, pases desapercibido en esa mierda de ciudad, Disculpa, es tarde y..., Te jodes si es tarde.

Se hizo el silencio al otro lado de la comunicación. Aprovechó para incorporarse y encender la luz de la lámpara negra que tenía junto al colchón. Por unos instantes quedó cegado. Escucha con atención, no me interrumpas, prosiguió, De acuerdo, No estarás tomando notas, No, claro que no, conozco las normas, Tú qué vas a saber, qué vas a saber, no serías el primer listillo en dejar rastros comprometedores para nuestra organización, supongo que conoces la historia de Café-au-lait, Desde luego, Pues si no quieres acabar como él, haz exactamente lo que te digo, ni más ni menos, Entendido, Si todo sale como ha de salir y no metes la pata, la organización lo tendrá en cuenta. Esas últimas palabras lo desconcertaron. La organización sólo tenía en cuenta los fallos. Hacer bien el trabajo era una obligación, y cuando alguien fallaba, por pequeño que fuera el error, se encargaban de que desapareciera el culpable, o quien fuera, sin dejar rastro. Nadie se acordaba ya de Café-au-lait. Ni de Croissant. Él sí. No los olvidaría jamás.

Que la organización pensara tener en cuenta el éxito de su misión sólo podía significar una cosa: una promoción. Quizá se le estaba presentando la posibilidad de conseguir una plaza en el Sector Theta con cargo de Peón Especial. Había solicitado esa plaza hacía dos años. Debía ir con pies de plomo y dar lo mejor de sí mismo. Estaba preparado. La situación actual es bastante delicada, algunos acontecimientos de última hora nos han pillado por sorpresa y las cosas no están yendo como deberían, Me lo imaginé tras lo que leí en los periódicos, No me interrumpas, Perdón, En fin, para serte claro y hablando en plata, estamos de mierda hasta el cuello, hay que reaccionar inmediatamente y tu nombre ha salido a relucir tras una reunión con la cúpula, Es todo un halago, Sí, lo qué tu digas, en fin, todos pensamos que eres un gilipollas integral, un inútil, pero estás lejos del problema que aquí tenemos y, dado que a penas has dado un palo al agua durante el pasado año, estás fuera de toda sospecha para las autoridades locales...estás ahí, Sí, sí, Pues di algo, coño, que me siento como si le hablara al frigorífico, Perdón, El consejo decidió utilizarte como su brazo ejecutor principal, cosa que yo encuentro un gran error, no me das la más mínima confianza y por lo que llevo oido en este rato, me confirmas que no valdrías ni para robarle la silla de ruedas a un tetrapléjico, pero, en fin, la cúpula es la cúpula y así lo ha decidido, acarrearás la responsabilidad que espero lleves a cabo sin el más mínimo contratiempo, De eso puedes estar seguro, Y una mierda, yo no me fío ni de mi madre, pero, bueno, ya veremos como acaba todo esto, en fin, me duele la oreja y me esperan un grupo de sinvergüenzas en una fiesta, artistas y políticos, algún que otro juez andará por ahí también, ya sabes, bueno, tú no tienes ni puta idea, igual que la rubia que tengo esperando en el Porsche, es un ladrillo, un ladrillo que está como un tren, pero un ladrillo al fin y al cabo, no se entera de nada, igual que tú, igual que todos los jóvenes de hoy en día, no servís para nada, a hostias os iba a llevar yo si fuera presidente, más rectos que mi polla, en fin.... Dejó de hablar. Parecía que se había dado cuenta de que se había pasado de la raya. Mientras la pausa duraba, temió, alarmado, que se le fuera a poner a llorar, pues oyó como empezaba a jadear al otro lado de la linea. Finalmente se oyó un estornudo tremendo. Puto constipado, me cago en mis muertos, en fin, iré terminando, mañana, a las cinco de la tarde, pasarás por una pastelería turca que hay en la Oranien Straße, Oyin se llama el sitio, tócate los cojones, los turcos y la madre que los parió, si yo fuera..., en fin, allí pedirás una ración de Baklava “para mi tía Engracia que está en Peralejos de las truchas con gripe”, Entendido, El enlace te dará un sobre con más información sobre tu misión, te la aprenderás de memoria y quemarás los documentos, De acuerdo, Tú y yo nos veremos de aquí a cuarenta y dos horas en tu mierda de ciudad. Colgó.

Eran las dos de la mañana de un miércoles y había hablado por primera vez con Arthur A., comandante en jefe de misiones de la OCLO, Organización Cafrista para la Ley y el Orden. Era la primera vez que alguien de la organización se ponía en contacto con él directamente. Nada más colgar, Camilo supo que algo olía a podrido en Dinamarca.

Al día siguiente acudió puntual a la cita con el enlace. La tienda estaba atestada de mujeres con velo que compraban alegremente pan y dulces. Algunos niños correteaban por la tienda, tocándolo todo, y las madres, cada pocos segundos, les llamaban la atención. Detrás del mostrador había un hombre enorme y moreno, con barba de media semana. Malhumorado, atendió a todas las mujeres hasta que la tienda se vació. Estaba ahora solo en la tienda y pronunció el santo y seña. Quisiera una ración de Baklava para mi tía Engracia que está en Peralejos de las truchas con gripe, dijo convencido. El hombre entornó los ojos, meneó imperceptiblemente la cabeza y con gran esfuerzo le contestó con fuerte acento turco, Que qué quieres tú. Desde la trastienda alguien lanzó una voz, probablemente el nombre de la persona que le atendía, pues desapareció tras unas cortinas de colores y, en su lugar apareció una mujer de avanzada edad. Llevaba un paquete envuelto en papel beige y, en la parte de superior, escrito en mayúsculas, se podía leer “Baklava für Peralejos”. Perdona, dijo la mujer en perfecto castellano (con un ligero acento gallego), me he quedado viendo la tele ahí detrás y se me ha ido el santo al cielo, No se preocupe, Menuda basura que ponen en la tele a estas horas, hijo, un desastre, una vergüenza y lo peor de todo es que tengo que mirarlo, estoy hecha una adicta a los realitixous, quién me lo iba a decir, toda esa gente, más raros que un perro verde, explicando sus vidas, sacando los trapos sucios por la tele, y yo tragándomelo, que es lo peor de todo, quién me lo iba a decir, yo, en mis tiempos, mozos fui responsable de las Turbinas Pelton en la Sección Beta, sabías, y ahora..., Estoy seguro que fueron buenos tiempos aquellos, la Sección Beta tiene muy buena fama. La mujer pareció, de repente, ser consciente de algo que no había tenido en cuenta. Empezó a ordenar nerviosa el mostrador. Tú qué vas a saber, pelele, dijo con menosprecio mirándole directamente a los ojos, ni siquiera habías nacido cuando yo me iba de copas con Arthur A., Lo siento, no pretendía..., Anda, lárgate antes de que hagas una desgracia por aquí, yo ya no estoy para según que cosas y no quiero problemas, hala, viento, aire nene, agur que es de yogur. Camilo salió de la tienda con el paquete en sus manos y puso rumbo a su casa.

Una vez allí se acomodó en la cocina, era ya de noche, e iluminó la mesa con la lámpara roja que colgaba sobre su cabeza. Encendió un cigarrillo y abrió la caja. Para su sorpresa contenía realmente una ración de Baklava. En el fondo, lleno de migas, había un sobre blanco. En él una nota escrita a mano: “Nos veremos a las veintiuna horas del viernes en el Café Morgenrot, Kastanienallee 85. El nombre clave de la misión es PBBP. No la cagues, gilipollas. Fdo. Arthur A.”. Se comió las galletas, rompió el sobre y la nota en trozos y los quemó en el cenicero.